Fueron ellas

Fueron.Ellas.Maria.Martin.Recio

Fueron ellas, es el resultado del desafío literario al que me retó mi amigo y editor argentino Federico Del Pup. Se trata de escoger 3 palabras al azar y un lugar (verdadero o ficticio) y escribir un texto con dimensión a elegir, pero en el que aparezcan al menos una vez estos cuatro componentes. En mi caso las palabras que Federico escogió para mi historia fueron: nieve, compasión, lapicera y Tierra de Fuego. Esta es la primera vez que realizamos este desafío, pero pronto me encantaría llevarlo a cabo con aquellos y aquellas que estéis interesados.

FUERON ELLAS

Amanece, que no es poco en esta isla de extraña y longeva existencia. El silencio invade y atormenta sus rincones. El viento desplaza los pocos granos de arena que quedan en ráfagas que se estrellan contra cabañas de madera. Hace mucho que no sale el sol y sus animales sumergidos en un profundo sueño de invierno, propagan una sensación apocalíptica, casi desértica.

Los fueguinos salían todas la mañanas al mar en busca de alimento, pero la cantidad de nieve y hielo que cubría los alrededores hacía casi imposible la llegada a la costa. Únicamente las mujeres, seres de incalculable sufrimiento fueron capaces de tentar a la suerte. Mientras tanto, el sabio líder de avanzada edad buscaba en el poblado respuestas para semejante fenómeno. Los dioses parecían molestos, les habían arrebatado al astro más preciado y bañado de blanco lo que antes eran pastos y fuentes de alimentos. La luna se dejaba ver alguna noche, y bajo su luz se apagaban las vidas de criaturas inocentes, hambrientas, derrotadas…

Las mujeres no regresaron al anochecer, toda esperanza estaba perdida. A la mañana siguiente los pocos hombres que quedaban en la aldea sacaron sus instrumentos y ropajes para homenajear a la Madre Tierra, durante siglos esa oda a la naturaleza había traído bonanza y prosperidad, -en qué momento les había abandonado-. Los niños sin apenas fuerzas para aguantar sus párpados, sonreían a sus progenitores en busca de compasión.

Los días pasaron. El líder despertaba siempre el primero de la aldea. Como cualquier otra mañana, el hombre sacó de su lapicera la pluma con la que escribía la tremenda historia de desgracias que apaleaba a su pueblo.  Pero, al salir de la cabaña con el diario en las manos, quedó instantáneamente espantado con el paisaje. La nieve se había fundido en la noche y pequeños tallos verdes -color que se había desvanecido de sus retinas- asomaban sin vergüenza en las laderas. Sonrió al escuchar el canto de los pájaros y no pudo evitar derramar lágrimas al ver, que al final del sendero unas sombras eran iluminadas con los rayos del amanecer. De repente, todo el poblado salió de sus barracas sin creer lo que estaba sucediendo. Eran las mujeres, quienes, con sus piernas en un tono azul verdoso heladas por la travesía cargaban en un vehículo improvisado por bambúes, una cría de cachalote. No volvieron todas y las que lo hicieron, luchaban por no desvanecerse ante la multitud.

Fueron ellas, quienes con su fuerza y valentía devolvieron la vida a una aldea castigada por la distinción, por la inmediata derrota, y por la ignorancia. Fueron ellas quienes devolvieron la ilusión a los débiles y quienes arrebataron la soberbia a los presuntuosos. Gracias a ellas arde hoy libre la Tierra de Fuego, con la fiel promesa de no volver a silenciar el poder de las que siempre fueron iguales.

María Martín RecioComentario